Autor: Andrés Pérez Rodríguez. Arquitecto y especialista en restauración de jardines históricos.
Casino era la palabra italianizante con la que, a comienzos del siglo XIX, se denominaba una casa de recreo con huertas y jardines situada a las afueras de una ciudad. El Casino de la Reina fue un jardín romántico madrileño de historia corta y azarosa que, en unas pocas líneas, me dispongo a descubriros.
Su origen como finca de recreo se remonta a comienzos del siglo XIX, cuando el ministro de José Bonaparte, Manuel Romero, mandó edificar un palacete junto a la actual glorieta de Embajadores, arrebatando la conocida como Huerta del Bayo a sus entonces propietarios, los clérigos de San Cayetano. Durante esta época, la finca tenía un tratamiento eminentemente agrícola, respondiendo a un trazado más o menos ortogonal, con paseos arbolados y terrazas cultivadas comunicadas por escaleras. Los aspectos jardineros se ceñían a los parterres, en las inmediaciones del palacete, y al laberinto, construcción vegetal en cuyo centro se levantaba un cenador dedicado a Apolo. Se sabe que en este jardín original había emparrados, árboles frutales y rosales, así como estufas e invernaderos, en los que suponemos que ya se cultivarían plantas sensibles a las heladas, como los cítricos.
Con la retirada de las tropas napoleónicas, la finca fue incautada y adquirida en 1817 por el Ayuntamiento para obsequiársela a la reina Mª Isabel de Braganza, en celebración del próximo nacimiento del futuro heredero de la Corona. Desde entonces será conocido como Casino de la Reina. Tristemente, la niña murió al poco de nacer y el siguiente embarazo fue fatal para Mª Isabel, que murió en 1818 durante el parto, sin apenas haber podido disfrutar del regalo. Desde entonces, el Real Sitio fue visitado por la familia real en muy contadas ocasiones, prefiriéndose otros sitios, como el Reservado, Aranjuez o el Casino de Vista Alegre.
FIGURA 1. Plano de Ibáñez Ibero, 1872-74 |
El jardín, tal y como podemos verlo en el plano de Ibáñez de Ibero, respondía a un trazado que podríamos llamar "romántico", con caminos sinuosos y plazoletas en las que de vez en cuando aparecía algún capricho. Disponía de una pequeña ría navegable, con un templete que hacía las veces de embarcadero en la que la familia real llegó a navegar al son de una barcarola interpretada por un coro de marineros españoles y otro de gondoleros venecianos. El conjunto estaba cercado por una sencilla tapia en la que se abría una portada neoclásica, obra de Antonio López Aguado, que actualmente se conserva como acceso del parque del Buen Retiro, en su entrada por la puerta de Alcalá.
FIGURA 2. Portada del Casino de la Reina, detrás de la tapia puede verse el dique, o embarcadero. |
Entre las edificaciones del jardín, destacaban el mencionado embarcadero, los cenadores, la casita rústica, con un maniquí vestido de guardabosques, y los invernaderos, donde se cultivaban especies exóticas. Existían además numerosas fuentes, esculturas y juegos mecánicos como los del columpio y la sortija, que consistía en cuatro asientos apoyados en cuatros barras perpendiculares entre sí que giraban en torno a un eje.
Figura 3 - Ejemplo de jeu de bagues o juego de la sortija. www.histoire-image.org |
Aunque el disfrute del Casino estuvo reservado a la familia real, era posible obtener un permiso especial para visitarlo, con lo que aparecía en todas las guías turísticas de la época como una de las atracciones de la capital.
Figura 4 |
Desde que, en 1865, se transfirió su propiedad al Estado, la parcela sufrió segregaciones, construcciones y obras que desfiguraron completamente su aspecto inicial, con la construcción de varios grupos escolares, algunos de interés arquitectónico e histórico. A comienzos del presente siglo, el Ayuntamiento llevó a cabo una serie de demoliciones de edificaciones de escaso valor que devolvieron al parque parte de su extensión, aunque se ignoraron las trazas históricas y se optó por un diseño contemporáneo, obra de Beatriz Matos y Alberto Martínez.
FIGURA 5. El palacete en la actualidad |
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